
Música y fisiología del rendimiento
La música afecta directamente al sistema nervioso autónomo, influyendo en la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la tasa respiratoria y los niveles hormonales.
Por ejemplo, un ritmo rápido y constante puede sincronizarse con la cadencia del ejercicio (efecto de arrastre o entrainment), favoreciendo la eficiencia biomecánica y reduciendo la sensación de fatiga.
En deportes de resistencia como correr, remar o montar bicicleta, la música de tempo medio-alto (120-145 bpm) ha demostrado mejorar la economía de movimiento al establecer un ritmo estable que evita fluctuaciones energéticas innecesarias.
Además, la música estimula la liberación de dopamina, un neurotransmisor clave en el circuito de recompensa del cerebro, lo que puede aumentar la motivación y el disfrute durante entrenamientos intensos o repetitivos.
Este efecto es particularmente relevante en momentos de baja energía o desmotivación, donde una playlist cuidadosamente seleccionada puede cambiar radicalmente la predisposición mental del deportista.
La música puede facilitar la entrada al “estado de flujo” (flow), una condición mental caracterizada por una profunda concentración y sensación de control.
Este estado es altamente deseado por atletas de alto rendimiento, ya que permite maximizar la eficiencia sin esfuerzo consciente. La música adecuada actúa como un catalizador del flujo al bloquear distracciones externas y crear una atmósfera inmersiva.
Aplicaciones prácticas en el entrenamiento y la competición
En la práctica, la música puede utilizarse de forma estratégica en diferentes fases del entrenamiento o competición:
-Antes del ejercicio: para activar el sistema nervioso simpático y generar motivación.
-Durante el ejercicio: para mantener el ritmo, distraer del esfuerzo y reducir la percepción del dolor.
-Después del ejercicio: para facilitar la recuperación y bajar los niveles de cortisol.
En el entrenamiento de intervalos de alta intensidad (HIIT), por ejemplo, la música puede marcar los tiempos de trabajo y descanso, actuando como un metrónomo emocional y fisiológico
Artículo realizado por José Vicente León. Profesor de Conservatorio y Máster en Psicopedagogía.
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